De la naturaleza el primer verde es oro,
su matiz más difícil de asir;
su más temprana hoja es flor,
pero por una hora tan sólo.
Luego la hoja es hoja queda,
así se abate el Edén de tristeza,
así se sume en el día el amanecer.
Nada dorado puede permanecer.
Nunca me ha gustado mucho la poesía, me parece un modo demasiado meticuloso de expresar sentimientos y por lo tanto no me resulta efectivo. Medir las sílabas, cuidar la rima y el ritmo... no me convence que con algo tan racionalizado se puedan expresar sentimientos. Los sentimientos nunca van ligados a la razón y si se ligan a ésta acaban jodidos, muy jodidos (hablando en plata, sí) Pero este poema es diferente. Lo leí en el libro Rebeldes, de Susan E. Hinton, un libro que a mí logra conmoverme y me jode sobremanera que se piense que es un libro más de pandillas pobres y niños ricos dedicado a lectores adolescentes, típico libro sin sentido que te mandan para leer en el instituto, pero no, éste libro es mucho más, al menos para mí, es un libro que me hace reflexionar, que me lleva a explorar toda mi personalidad, a mirar mi vida con lupa y evalúar sus más y sus menos. Lo malo es que no me ha gustado la conclusión a la que he llegado, aunque ya creo yo es irreparable. "Permanece dorado". ¿Y si uno nunca ha brillado? ¿Y quién jodió su brillo?
¿Qué más te da si trajino, si tuerzo el camino, si le meto al vino?
¿qué más te da si me orino en este destino para el que he nacido?
Trato de hacerlo bien, pero nos quedamos solos yo y mi lunita de plata.
En fin, a trasegar sin más ni más, sin más ni más...
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